Desde aquí, sentada sobre una silla que encontré cuando me acercaba a la ventana, miro a través de los húmedos cristales... Observo como el agua resbala lentamente por ellos al abrir una de las hojas e intento acariciar las gotas que se escapan entre mis dedos... Con la mano mojada me acaricio los labios recordando su dulce tacto, pero ya no distingo si han sido las lágrimas o las gotas de esta amarga lluvia las que los han humedecido.

El azul del agua invade poco a poco la estancia y se mezcla con los tonos verdosos de mis ojos, y me recuerda a ti... A la sonrisa que se dibujaba en tu rostro cada vez que te reflejabas en ellos, a tus suaves caricias por mis párpados, al intento de definirlos en un color concreto... A ti...

Te he buscado cada segundo que ha pasado por cualquier rincón que a mi mente ha acudido, pero sólo he encontrado el perfume de la soledad y el sabor de las lágrimas... Tus recuerdos se están borrando y las paredes intentan olvidarlos lentamente pero yo me niego a hacerlo, todavía te necesito a mi lado.

Aparto la mirada de la ventana y allí lo veo, apoyado en la misma esquina en la que tú lo dejaste... Me levanto respirando hondo y me acerco a él, lo cojo y lo arrastro hasta la silla que me espera de nuevo en aquel rincón junto a la ventana... Sentada, lo coloco entre mis piernas y un suave olor me envuelve... El mismo que sentía cuando tocabas para mi...

Intento contenerme pero ya es demasiado tarde... le abrazo... te abrazo... y por un instante vuelvo a sentirte mientras las lágrimas vuelven a rodar por mis mejillas... Te adoro, lo sé, y no me importará esperar aquí, sentada, a que algún día vuelvas... Aunque sólo sea a por tu violoncelo...