He tocado fondo... Puedo decir que he vivido siglos envuelta en las espesas tinieblas del abismo esperando este día para renacer, como un Ave Fénix, de entre la nada... He tenido a la muerte como compañera y me he alimentado de mi rabia, de mi dolor y de mi propia sangre sólo para vengarme...

Todavía conservo mis vestiduras raidas, los restos de aquel vestido que durante aquella noche fue la envidia de todas y el deseo de todos, que intentan tapar las partes más deseables y algunas de las cicatrices de aquella trampa mortal... Cicatrices que todavía sangran cuando recuerdo aquella noche, cuando recuerdo sus miradas lascivas recorriendo mi cuerpo, sus disimuladas caricias, su aliento en mis oídos...

Me hicieron creer que era su princesa cuando en realidad era la esclava de sus deseos. Me concedían pequeños caprichos a cambio de cumplir sus insignificantes deseos y así lo hice hasta aquella noche... Salía a pasear y les traía a las damas más bellas que encontraba para, según ellos, tener unas cuantas charlas y distraerse de su rutina, pero ellas nunca regresaban.

Una de las noches desobedecí y me asomé tras aquella cortina de terciopelo rojo, una fina pero intraspasable puerta para mis ojos... Y allí vi a la misma joven que había conocido aquella tarde, tendida sobre una gran cama cubierta de heridas que manaban sangre y todos ellos danzando a su alrededor. Asustada cerré la cortina creyendo no ser vista y salí en busca de ayuda pero las piernas me temblaban demasiado para seguir caminando. Me quedé sentada esperando a que alguien pasara pero un repentino miedo llenó todo mi cuerpo y me hizo volver a la casa.

Al día siguiente aparecío aquel hermoso vestido blanco apoyado sobre una silla en mi habitación acompañado de una nota "Te queremos nuestra princesa". Fui preparada y vestida por unas silenciosas sirvientas y al anochecer me llevaron a la misma habitación que había espiado la noche anterior. La cama había desaparecido y en su lugar había una gran mesa cubierta de los más exquisitos manjares y variadas bebidas. Me dieron una copa y mientras paseaba entre ellos notaba sus miradas, sus roces y un extraño nerviosismo en el ambiente... Tras vaciar su contenido caí sin sentido al suelo y apenas recuerdo una pocas imágenes...

Recuerdo sus manos recorriendome, sus lascivos ojos mirándome, el dolor que producían sus afilados dientes cuando atravesaban mi piel y sus lenguas lamiendo el rojo líquido que por ella resbalaba... En pocos minutos se bebieron hasta mi alma y allí me dejaron tendida, ya sin vida, con sus ojos llenos de lágrimas al darse cuenta del exceso que habían cometido. La propia Muerte se apiadó de mi y con sus propias manos vino a recogerme para darme de nuevo una vida que había sido arrebatada sin su permiso. No sería la misma, pero sí la más grande.

Y así he esperado durante siglos a que llegara este momento... En un doloroso letargo lleno de aquellos últimos recuerdos que han sido mi único alimento.

Ellos perdieron a su princesa... y ahora encontrarán a la Reina de las Tinieblas.